Cuando los días son como estos días, sombríos y ásperos, donde la idiotez reina cómodamente apoltronada y en su regazo martiriza el ovillo de mi vida, mirando su heredad y vanagloriándose de sus métodos. En estos días digo, es cuando tendría que refugiarme en la palabra.
Donde habite el olvido, en los vastos jardines sin aurora; donde yo sólo sea memoria de una piedra sepultada entre ortigas sobre la cual el viento escapa a sus insomnios... (Cernuda)
Hago un recuento necesario de batallas ganadas y perdidas y el balance escupe un no se que que me amilana y me situa a la derecha de todas mis derrotas. Desde allí puedo ver que me alejé demasiado de mi mismo y que encontrarme y saberme puede ser una experiencia ingrata. Ya las raíces están por besar mi piel y la naturaleza humana dejará de ser un misterio, al menos por ese minuto, inevitable.
Hay días en que siento una desganade mí, de ti, de todo lo que insiste en creerse y me hallo solidariamente cretino apto para que en mí vacilen los rencores y nada me parezca un aceptable augurio. Días en que abro el diario con el corazón en la boca como si aguardara de veras que mi nombre fuera a aparecer en los avisos fúnebres seguido de la nómina de parientes y amigos y de todo indócil personal a mis órdenes. Hay días que ni siquiera son oscuros días en que pierdo el rastro de mi pena y resuelvo las palabras cruzadas con una rabia hecha para otra ocasión digamos, por ejemplo, para noches de insomnio. Días en que uno sabe que hace mucho era bueno bah tal vez no hace tanto que salía la luna limpia como después de jabón perfumado y aquello si era auténtica melancolía y no este malsano, dulce aburrimiento. Bueno, esta balada sólo es para avisarteque en esos pocos días no me tomes en cuenta. (Benedetti)
Despues sigo...
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