04 julio, 2008


A Boris Vian.



Su fecha de nacimiento, su fecha de defunción, fueron un lenguaje cifrado.

Conocía la música, conocía la mecánica, las matemáticas, todas las técnicas y lo demás con ellas. Se decía de él que sólo hacía lo que le daba la gana, dijeran lo que dijeren, hacía todo según su corazón.

Y su corazón le hizo ver las estrellas. Su corazón revelador. Sabía demasiado vivir, reía con demasiada verdad, vivía con demasiada fuerza. Su corazón lo abatió.

Entonces se detuvo.

Y dejó su amor y dejó sus amigos, pero no fue para despedirse. Boris jugaba a la vida como otros a la Bolsa, a los policías y a los ladrones. Pero no en tramposo: en señor como el ratón con el gato en la espuma de los días, los fulgores de la dicha.

Como tocaba la trompeta, como tocaba la desgracia.

Y era buen jugador, sin cesar dejaba su muerte para mañana. Condenado por contumacia sabía bien que un día encontraría su huella. Boris jugaba a la vida y era bueno con ella.

La amaba como amaba el amor: como un verdadero desertor de la desgracia.

JACQUES PREVERT

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