01 agosto, 2007

Retrato

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero…

Y así era. Pero ahora a la desazón del día (o que sé yo como se llame) la curo comiendo. Por más que intento no paso la media mañana sin dos alfajores y un litro de Citric, al medio día no almuerzo y miro el techo o leo hasta las cinco de la tarde, luego en el trabajo me distraigo con asuntos varios (grandes temas de pequeños autores) y hago la parodia de la preocupación, me indigno, histeriqueo por huevadas que ni atiendo, el psicodrama del compromiso social, de la injusticia, pero que se vayan todos a la mierda, si en algo crecí es en cinismo, única defensa que esgrimió mi voluntad cuando me superó la capacidad de asombro. (Y ahora el Seminario como si lo absurdo no tuviese límites. Vamos a repasar los últimos treinta años de historia (para qué? por Dios! para qué?) buscando las causas de los tantos problemas del ser nacional. Que Seminario? Yo te lo resumo en este párrafo: nos pasa lo que nos pasa por que somos unos gansos y un grupo más fuerte, más decidido y sin escrúpulos se aprovecha constantemente de tanto idiota suelto o asociado y también por que nos gusta llorar y no tenemos ni memoria ni autocrítica y como sociedad – ese complejo engranaje- no servimos, sencillamente, por que las autopartes están podridas.) chan chan.
A eso de las nueve, vuelvo (como vuelvo, pisando la luna en los charcos, diría Tejada Gómez) y espero al otro día para sus alfajores, su jugo y toda esta mierda.
La perra de Fran que se llama Shampoo me mira y parece que entiende; desde el fondo de sus ojos de animal hambriento de mimos, me desconfía. Debe decirme en su idioma de miradas y jadeos nunca vas a terminar de leer o nunca vas a leer lo que estas esperando leer, salí, matá el último pez no ves que está sufriendo, está más solo que vos y sus días también son largos.
Una casa grande, un jardín desolado, muchísimos libros y cuadros, mezcla de cultura de todo por dos pesos con historia de familia.
A la orilla del cedro alguien que esconde la cara se lame los antebrazos y me invita a ser feliz ofreciendo la manguera roja. Musa estúpida, pobre telaraña sin recursos estéticos que subestima mi sarcasmo. De eso también me rio.