
El proceso duró siete años, me encontró casi con 4 años y me dejó con 11. Recuerdo que alguna vez los militares subieron al micro en el que viajaba a ver a mis abuelos y con prepotencia bajaron a algunos jovenes que por suerte volvieron a subir despues de mostrar el contenido de sus bolsos y mochilas. Esa imagen me llenó la cabeza de preguntas y me acompañó por años. Las llamadas a mi tio -desconocido para mi- a Venezuela y algunas historias en voz baja que escuchaba de mi madre en las noches de canasta con parientes, fueron suficientes por esos años para sentirme parte de algo clandestino.
La entrada anterior titulada MEMORIA, tuvo un comentario que mereció subir al blog por la claridad de su contenido. Lazaruz -el comentarista- y autor de las palabras que a continuación transcribo, dice algo muy cierto: "no hubo gente que no supiera lo que pasaba".
Comentó Lazaruz:
24 de marzo de 1976, Provincia de Buenos Aires, faltaban 8 meses para que cumpliera mis primeros 10 años de vida, ¿que podía saber de la noche de terror y silencio y muerte y miedo que se cerraba sobre nosotros?Mis preocupaciones entonces eran las propias de la niñez, el club, el colegio, las figuritas con los ídolos retratados. La autoridad eran mis viejos, los soldaditos eran de plomo o plástico y el terror, las series televisivas de Narciso Ibáñez Menta.Se nos habían terminado las vacaciones y también -lo descubriríamos después- se nos acababa la infancia.Las calles de mi barrio se transformaron en un escenario macabro de Ford Falcón sin patente, con siniestros personajes de gafas negras y escopetas. Los vecinos se dejaron de juntar en las veredas, las charlas a viva voz con los clientes de la florería de mis abuelos se transformaron en susurros o en silencios.Recuerdo un día en el que le pregunte a mi papá sobre unos amigos de el que hacia mucho que no veía y su silencio triste, de alguna manera me trasmitió todo, por eso aun me indigna cuando alguien dice que no sabia lo que pasaba, todos lo supimos, hasta un niño de 10 años se daba cuenta.Las cosas fueron de mal en peor durante los siguientes 7 años, todos terminamos ese proceso con indelebles cicatrices, todos fuimos víctimas o victimarios, cómplices o verdugos, nadie salio indemne. Las preguntas que subsisten son ¿Qué nos paso como sociedad que permitimos semejante genocidio?, por que los campos de concentración estaban en nuestros barrios y en nuestros pueblos, los desaparecidos, los encarcelados y los exiliados eran nuestros vecinos y parientes. ¿Qué había sucedido antes del golpe de estado? ¿Los Montoneros y el ERP eran los buenos y la AAA los malos? ¿Aprendimos algo de toda esa sangre derramada y de tanto dolor?Creo que después del Nunca Mas y el histórico juicio hemos tenido suficientes y necesarios testimonios de aquel horror vivido, también creo que es tiempo de que los testimonios le vayan cediendo lugar a las reflexiones, nos falta análisis para explicarnos lo sucedido y sus consecuencias, también justicia para sanar las heridas. Acaso 13 años después de aquel fatídico marzo no se reinstalo el mismo modelo económico y ni les hizo falta la represión.Las preguntas que formulo no son retóricas, sigo esperando una respuesta o un debate. Se puede construir sobre las ruinas (la historia así lo demuestra) pero hay que animarse a remover los escombros.
3:52 PM
3:52 PM
Espero el testimonio de Lila.
2 comentarios:
Las preguntas que plantea Lazarus requieren de coraje. Cuestionan, de alguna manera, la versión aceptada sobre esa nefasta época; una versión tal vez anquilosada, que a esta altura necesita más profundidad. Nadie -de entre quienes tienen acceso a las masas- se anima a intentar ese debate.
Tal vez los argentinos sigamos teniendo miedo; ya no el miedo de aquella época, sino uno nuevo: el miedo al debate, el miedo a la confrontación con nuestra propia historia (y nuestras propias culpas), el miedo a las ideologías. Si es así, entonces ganaron ellos, los que nos obligaron al silencio -entre muchas otras cosas- durante casi una década.
Debatir sobre la dictadura y sobre lo que pasó en la sociedad, en este sentido, me parece progresista. Nadie debería tener miedo a hacer preguntas, a expresar su opinión, a la divergencia. Los argentinos seguimos necesitando de más coraje, porque sólo un debate valiente nos ayudará a recuperar verdaderamente la memoria.
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